Luchar por la independencia
Un empresario no es el otro. A veces, la cultura juega un papel importante. Aquí puedes leer la historia del armenio Bakschik Martirosian. Sobre las peleas. "Pierdes cuando te rindes, entonces se acabó". Sobre soñar. "Mi empresa crece y crece. Sí, sueño: BMTEC llegará a ser muy grande". Sobre la confianza. "Cuando prometo algo, lo hago realidad. Porque todo empieza con la confianza".
Bakschik Martirosian, de 26 años, posee una entrañable dosis de intransigencia. Ha tenido que luchar, soñar y confiar como nadie. Martirosian llegó a los Países Bajos a los 12 años y desde entonces ha luchado por hacerse un hueco en la independencia. Es empresario y dirige una empresa unipersonal en Emmen que corta y procesa láminas de plástico: BMTEC. Y BMTEC está creciendo. "Sí, sueño: BMTEC se está haciendo muy grande".
Máquina de corte por láser
Sus padres eran armenios en Azerbaiyán hasta que dejaron de estar seguros allí. A través de Rusia, llegaron a Stadskanaal por etapas con toda la familia. Hasta hace tres años, Martirosian era un solicitante de asilo rechazado sin derecho a educación. Pero también tenía muchas ganas de aprender y era muy callejero, y de todos modos corrió con la educación. Incluso acabó en la Universidad de Ciencias Aplicadas de Stenden, en Emmen, en 2013, donde empezó a estudiar ingeniería mecánica. Allí conoció por primera vez una máquina de corte por láser. "Aquello era para trastear, pero enseguida vi que se podía ganar dinero con ello", dice.
Compró uno, lo colocó en su dormitorio e hizo un agujero en el techo para la extracción. Compró el aparato en Trotec, en Haaksbergen. Pidió prestado el dinero a familiares y conocidos, pero los 10.000 euros adquiridos no fueron suficientes. A Trotec le cayó bien el burbujeante armenio y acordó con él que utilizaría 600 euros de sus ganancias cada mes para pagar el agujero de 6.000 euros.
"Empecé sin un plan de negocio, sólo con una idea. No funcionaba. Pregunté por trabajo en todas partes, pero estaba empezando, así que nadie confiaba en mí. Entonces di unos pasos atrás y empecé a trabajar en SCA, en Hoogezand, entre otros sitios. Tenía que pagar esos 600 al mes y allí gané el dinero para pagar. Después, las cosas empezaron poco a poco".
Los norteños
Su padre tiene una empresa de automóviles y, a base de barajar un poco con los neumáticos de los coches, Martirosian se hizo un hueco en el taller. "Allí aprendí lo que se me da bien y también aprendí que no soy un buen vendedor. Me aseguré de construir una relación personal que hiciera que la gente me diera trabajo. No a todos los clientes les gustaba tener que pasar por el taller para llegar a mí. Pero a Gallagher Europe le encantó y me dio un trabajo mensual. Podía llorar de alegría en aquel momento".
Ves a otros avanzar todo el tiempo. Ellos un coche, yo no
Las cosas fueron cada vez mejor con BMTEC. La escuela cada vez ocupaba un segundo lugar, pero Stenden empezó a pensar con él tras las dudas iniciales. Actualmente están estudiando la posibilidad de que Martirosian se gradúe en su propia empresa. "Estoy muy contento", dice.
La educación es importante, Martirosian lo sabe. "Cuanto más avanzo en mi negocio, más tonto me siento. Estoy muy lejos y aún me queda mucho por aprender". A través de De Noorderlingen -un programa para estudiantes ambiciosos y emprendedores del norte de Holanda en la Hanzehogeschool de Groningen- siguió entretanto un curso menor en el que trabajó intensamente durante seis meses en su propia empresa y en su crecimiento personal. Al final del curso, un par de empresas tuvieron que hacer un pitching y Martirosian ganó esa competición. También le dio dos plazas de empresario en el FC Groningen. "Voy allí fielmente. También creo que debo sacar algo de ello. Si no puedo, entonces tengo un mal día. En serio".